El destino quiso que ella fuera a parar a la tienda de mascotas del centro comercial Carrefour donde trabajaba yo entonces haciendo las funciones de reponedor, (fueron años muy negros). Una tarde que mi hermana Laura vino a recojerme nos fijamos en los perritos que vendian en la tienda. Allí es donde la vimos. Fue un cruce de miradas en el que quedó todo claro: no podíamos dejar a aquel cachorrito metido en aquella hurna con aquella mirada triste. Si alguna vez os ha mirado un labrador poniendo su "cara de pena" sabréis de lo que estoy hablando. Cuando ponen esa cara resulta imposible negarles nada.
De esa manera fue como Sandy acabó en nuestra casa. Y desde el momento en que llegó, se sintió tan agradecida que se empeñó en demostrárnoslo intentando hacer alguna buena acción.
Primero lo intentó ayudando a mi madre con la costura de las cortinas del salón. El trozo de conrtina que aún falta lo demuestra.
Después intentó darle un toque de "modernidad" a algunos de los muebles. Sí, el sofa y casi todas las sillas están llenos de mordiscos.
Por supuesto, cada mañana se esforzaba por que al levantarnos disfrutásemos de un aroma agradable para empezar bien el día. Creo que no es necesario que cuente que es lo que nos encontrabamos en el salón todos los días.
Y lo mejor fue cuando intentó meterse a cocinera. Y claro, para cocinar para humanos, primero tienes que probar las comidas humanas. Y de esa manera alguno de nosotros nos hemos quedado algún que otro día sin comer, teniendo que recurrir a las conservas.
Esto duró algún tiempo, justo hasta que comprendió que no era necesario que hiciese nada para que la quisiéramos, que nosotros la aceptábamos tal y como era. Así que Sandy decidió que deicarse a llevar una vida de perro estaría bastante bien. y eso es lo que hace desde que tiene seis meses, llevar una vida de perro: comer, dormir, jugar, dormir, volver a jugar, voler a comer y volver a dormir.
Pero lo que si es cierto es que en este último año, Sandy, hemos descubierto que esta casa si tí no sería la misma... Probablemente los muebles estarían enteros, no olería tan mal, no tendríamos que poner los platos de comida tan altos y no nos estaríamos contínuamente tropezando con tus juguetes "chillones".
Pero te puedo asegurar que nos aburriríamos mucho.
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